ref. 024 - Museos "huellas de la historia" (Pinacoteca de Brera)





La Pinacoteca de Brera toma su nombre de un antiguo convento del siglo XII. Este convento, de los Humillados, estaba en el lugar desde antes de 1178, año en que es citado por primera vez. Los hermanos construyeron hacia mediados del siglo XIII una iglesia que se conservó hasta el siglo XIX. La iglesia se dedicó a Santa María de Brera, que en latín corrupto significa "del prado", de donde vendría el nombre del posterior conjunto arquitectónico.

La parte conventual se mantuvo hasta el siglo XVI, a mediados del cual se produjo un hecho que marcó su desaparición: San Carlos Borromeo, el cardenal, sufrió allí un atentado contra su vida a resultas del cual el papa Gregorio XIII abolió la Orden de los Humillados en 1571. La abolición llevaba implícita la expropiación de todos sus bienes y terrenos, que se dedicaron a la construcción de una universidad jesuita.

En 1591 se encargó el proyecto universitario al arquitecto Martino Bassi. En 1615 se hizo un nuevo proyecto, a cargo de Francisco María Richini, pero en 1658 moriría el arquitecto, dejando incompleta la construcción. Ésta no habría de terminarse hasta el siglo siguiente, en pleno estilo barroco.


Ya en el s. XVIII, con el edificio terminado, el año 1762 era disuelta la Orden jesuita, por el extremado poder político y económico que había llegado a alcanzar, interfiriendo en los asuntos del Vaticano. Durante este siglo, la zona del Milanesado estaba bajo el dominio del Imperio austriaco. Se impuso el Neoclasicismo y se realizaron algunas intervenciones en el conjunto siguiendo esta estética, bajo la dirección del arquitecto italiano Piermarini. En 1773 la emperatriz María Teresa tomó bajo su protección el conjunto y decretó que en su sede se ubicaran los siguientes organismos: la Scuela Paolina, la Biblioteca, el Observatorio Astronómico, el Instituto Histórico Lombardo y la Academia de Bellas Artes, creada en 1776. Fue el asentamiento de la Academia en este lugar el acontecimiento que determinó la creación de la Pinacoteca, como complemento al estudio y la formación de los artistas, tal y como ocurría con otras academias europeas (ver el caso de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en Madrid).



El edificio, completamente barroco, goza de una aspecto escenográfico con grandes columnatas y rampas de acceso, centrado con un gran cortile a la italiana, lleno de bustos en bronce de hombres ilustres. La colección, como ya se ha indicado, arranca de la época de la Academia, que declara de interés la formación de un núcleo pictórico para adiestramiento de sus estudiantes. La verdadera fundación, sin embargo, no llega hasta 1803, cuando el pintor y académico Giusseppe Bossi otorga los estatutos de la Academia en los cuales se regula específicamente la gestión de la Pinacoteca. Su misión será la enseñanza y la exposición al público.



No debemos olvidar que en 1803 el Imperio napoleónico ha avanzado por toda Europa y el Milanesado ve con agrado el fin del gobierno extranjero de los Austrias a cambio del gobierno de Francia, muy cercana culturalmente y gobernada nada menos que por un semi-italiano, como era Napoleón Buonaparte. Los ideales de este genio del siglo XIX acerca de la liberalización de la cultura y su extensión fuera de las élites tradicionales marcaron este espíritu aperturista de la Academia. Otro valor del dominio napoleónico fueron las desamortizaciones de las propiedades eclesiásticas, que en Italia significaban un tremendo monopolio sobre las obras de arte. Las desamortizaciones tuvieron su punto álgido entre 1801-1811, período que coincide con la dirección de Giuseppe Bossi. Éste se aprovechó al máximo de esta situación, nutriendo la colección de la Pinacoteca con las obras expoliadas de iglesias y conventos. Se formó una comisión expropiatoria, que trabajaba para el Imperio seleccionando las obras más importantes. Un amigo de Bossi, el pintor Andrea Appiani, formaba parte de la comisión, lo que benefició más aún a la Pinacoteca. El resultado de los volúmenes en fondo que entraron fue tan grande que en 1808 se demolía la iglesia de Santa María di Brera para dar más espacio a las salas de la Pinacoteca.




Así las cosas, el 15 de agosto de 1809, cumpleaños de Napoleón, se efectuaba una segunda inauguración de la Pinacoteca para exponer los fondos requisados, una de cuyas joyas eran los Desposorios de Rafael. Los extensos catálogos efectuados durante estos años permiten reconstruir minuciosamente la procedencia y ubicación original de numerosas obras de arte. Durante la Restauración que siguió a la derrota de Napoleón se devolvieron muchas de las obras que habían salido de Italia con rumbo a las colecciones francesas, pero la Pinacoteca conservó en su mayoría las nuevas adquisiciones. Además, se inauguró un programa de intercambios con la Galería Imperial de París, de la cual provienen las obras de Rubens, Rembrandt, Van Dyck y Jordaens que hoy contemplamos en Milán.




La evolución subsiguiente es meramente administrativa. En el año 1882 la Pinacoteca alcanza tal importancia que se independiza de la Academia; en 1903 se ordena la colección mediante criterios cronológicos y geográficos, es decir, por escuelas pictóricas. Ya en el siglo XX destacan dos hechos: por un lado, la designación del pintor Modigliani como conservador de la colección (como Picasso lo fue del Museo del Prado), y los terribles desperfectos causados en 1943 por la Segunda Guerra Mundial, que dejaron semidestruido el edificio, que hubo de ser reconstruido de nuevo. Las obras más importantes que podemos contemplar en la Pinacoteca son en su mayoría italianas y centroeuropeas. Entre las primeras destacan la Sacra Conversazione de Piero della Francesca, una de las más altas realizaciones del Quattrocento, que compite con el impresionante Cristo Muerto de Mantegna, uno de los escorzos más violentos de la pintura europea. También hay un San Jerónimo de última época de Tiziano, la Cena en Emaús de Caravaggio, una Piedad de Carlo Crivelli, la Cena en casa de Simón del Veronés y un par de veduttas de Canaletto. Fuera de Italia destaca un San Francisco del Greco, la Última Cena de Rubens y dos retratos de damas de Van Dyck y Rembrandt, respectivamente.


Su fondo artístico contiene obras que abarcan todos los períodos importantes de la historia del arte, desde el estilo gótico a las corrientes modernistas del siglo XX. Realizar una visita a la capital lombarda y dejar de lado esta pinacoteca supone uno de los mayores y más injustificados pecados culturales que se pueden cometer.





 ... algunas de las obras seleccionadas de la Pinacoteca di Brera 


VIRGEN CON EL NIÑO de Ambrogio Lorenzetti

VIRGEN CON EL NIÑO de Ambrogio Lorenzetti: Mucho se ha discutido sobre las influencias que suscitaron en los hermanos Lorenzetti tanto Duccio, de la escuela tradicional de Siena, como Giotto, de la innovadora de Florencia. Hoy en día, parece consensuado que Pietro estuvo más en sintonía con Duccio mientras que en Ambroglio se identifican elementos de Giotto. Sin embargo, en esta preciosa tabla todavía son manifiestos los convencionalismos pictóricos bizantinos heredados por la escuela sienesa: Halos santíficos en oro y cierto hieratismo en las expresiones, algo rígidas. Pero si nos fijamos, existe un tratamiento volumétrico que nos recuerda lejanamente a Giotto. También se advierten ecos de Simone Martini en la dulce mirada de la Virgen. Obra de transición de un artista que también podemos catalogar como de transición.


SACRA CONVERSACIÓN de Piero della Francesca

SACRA CONVERSACIÓN de Piero della Francesca: Magistral composición del artista de Borgo de San Sepolcro en donde toma cuerpo el marco arquitectónico siguiendo las teorías de Alberti. Los cuerpos de los personajes son una clara prolongación de las pilastras que sustentan el ábside de la iglesia donde tiene lugar la representación escénica. La minuciosidad de los detalles es un claro guiño a la pintura flamenca mientras que el excepcional colorido sirve para contrastar genialmente el elemento vital con el meramente arquitectónico. La perspectiva es extraordinariamente precisa y el cuadro presenta numerosos simbolismos. Obra maestra sin posible discusión.


CRISTO MUERTO de Andrea Mantegna

CRISTO MUERTO de Andrea Mantegna: Posiblemente, la obra más conocida del autor de Isola di Cartura, un pintor verdaderamente apasionado por la perspectiva como bien se puede apreciar en este peculiar óleo sobre tabla. El violentísimo y hasta entonces inédito escorzo de Cristo, irrespetuoso para algunos contemporáneos, obedece a una proyección del mismo sobre un punto de fuga central. El cuadro es una verdadera maravilla, ya que si cambiamos nuestra posición al contemplarlo, da la impresión de que arrastramos también la perspectiva. A medida que uno se aleja de la pintura, la figura de Cristo va perdiendo todo el impactante horror inicial hasta dar una sensación de esperanzadora y potencial dulzura. Mantegna no ha reparado en detalles y nos ha dejado un Cristo que parece posar en la sala de un instituto forense. Grandiosa obra, toda una declaración de principios por parte del artista.


CRISTO EN LA COLUMNA de Bramante

CRISTO EN LA COLUMNA de Bramante: Aunque Bramante ha pasado a la posteridad artística por ser uno de los más notables arquitectos del Renacimiento, inicialmente se formó como pintor. Este óleo es verdaderamente una escultura llevada a una tabla de pintura, con una anatomía corporal de Cristo verdaderamente imponente. Uno de los grandes aciertos de Bramante a la hora de resolver lumínicamente este cuadro consiste en disponer de un doble foco de luz, uno que entra por la ventana y otro, más contundente, que baña todo el cuerpo de Cristo, logrando un extraordinario contraste. Para algunos especialistas, existe una cierta influencia de Leonardo en lo referente a este desarrollo lumínico. La obra resulta del todo imponente y supone una magnífica síntesis entre arquitectura y pintura.


LOS DESPOSORIOS DE LA VIRGEN de Rafael

LOS DESPOSORIOS DE LA VIRGEN de Rafael: Aunque basada en una obra de Perugino, este cuadro evidencia un cambio de paradigma artístico en Rafael, con una estructuración del grupo de figuras y del poligonal edificio perfectamente desarrollada y que delata ya un excepcional dominio de la perspectiva. Las baldosas de la explanada nos guían hasta el punto de fuga, que no es otro que la puerta principal del templo. Los paseantes que aparecen por la explanada le sirven a Rafael para contrarrestar la monotonía que se desprende en la composición de las figuras principales del primer plano. La disposición de este grupo consigue  prolongar la proyección circular de la obra, centralizada en el templo. Las tonalidades cromáticas de los figurantes armonizan de manera sublime con el paradisíaco color azul del cielo. Prodigiosa obra de uno de mis pintores predilectos de todas las épocas.

VIRGEN DEL ROSAL de Bernardino Luini

VIRGEN DEL ROSAL de Bernardino Luini: Sinceramente, uno ya no sabe si lo de Bernardino Luini es un caso de suerte o de desgracia: De suerte, por haber sido discípulo de Leonardo (Muchas de sus obras fueron atribuidas al propio Leonardo); desgracia, por habérsele etiquetado como un imitador sin más del incomparable artista de Anchiano. Una de las mejores características de este cuadro es el pietístico gesto de la Virgen, muy sentimental aunque excesivamente dulzón para algunos críticos. La expresión es algo lánguida, quizás monótona, pero indefectiblemente bella. El gusto por la naturaleza del pintor de Dumenza queda extraordinariamente bien reflejado en el fondo del cuadro, un entramado a base de rosales de gusto exquisito y que sirve para dar nombre a la obra. ¿A que no adivináis una de las curiosas peculiaridades de Luini? Os daré una pista. Fijaos en los ojos de la Virgen.


ADORACIÓN DE LOS MAGOS de Correggio

ADORACIÓN DE LOS MAGOS de Correggio: Antonio Allegri — verdadero nombre de Correggio, su lugar de nacimiento — es uno de los pioneros en el uso de la luz. Sus figuras presentan una frágil delicadeza y una maravillosa sensibilidad, una amable suavidad que consigue transmitir toda la sensibilidad artística del pintor. En este cuadro, el autor logra un curioso efecto de perspectiva al hacer posar en diagonal a los Reyes Magos simulando un movimiento circular. Las características anteriormente mencionadas toman cuerpo en la ensoñadora silueta de la Virgen, un modelo que contrasta femeninamente con la mayor dureza empleada en las formas masculinas. El tono paisajístico del fondo, maravillosa gama de grises y perlas, otorga a la atmósfera general del cuadro un poético toque de melancolía. Indescriptible la expresión del mago agachado junto al Niño.


EL DESCUBRIMIENTO DEL CUERPO DE SAN MARCOS de Jacopo Tintoretto

EL DESCUBRIMIENTO DEL CUERPO DE SAN MARCOS de Jacopo Tintoretto: Cuenta la leyenda que San Marcos padeció tormento en Egipto en forma de arrastramiento por las calles, tirado por los caballos. Tras la tortura, al pobre santo lo encerraron en una mazmorra y falleció. Jacopo Robusti, conocido como el Tintoretto, haciendo caso omiso a la leyenda, sustituye el lúgubre calabozo por un espectacular escenario renacentista, que era lo que de verdad le interesaba desarrollar. El cuadro parece una compleja representación escénica, aspecto fortalecido por la teatralidad que adoptan las posturas de algunos personajes. Siguiendo las teorías manieristas, Tintoretto logra una grandiosa profundidad al hacer reflejar la luz, verdadera protagonista del cuadro, en los diferentes arcos. Magnífico empleo del claroscuro, que junto con los escorzos de algunos figurantes, consigue realzar la expresividad del conjunto. Un cuadro magnífico, se mire como se mire.


EL BESO de Francesco Hayez

EL BESO de Francesco Hayez: Pintor sentimental, exponente de la transición entre el Clasicismo y el Romanticismo en Italia, Hayez es un  pintor que ejemplifica el optimismo latente tras la unificación italiana. El lienzo es especialmente notable por la claridad de su luz y por una composición especialmente ordenada, de refinado estilo narrativo. El hombre y la mujer se besan en secreto, como si estuviesen en un lugar prohibido. La poética sombra de la derecha dirige nuestra atención hacia el largo de la sensual falda de la mujer, de excelente factura. La tensa mano de la mujer acusa la pasión, mientras que el hombre acaricia con suavidad su rostro. La atmósfera es de vaga nostalgia y tierna melancolía. Un consejo: Practicad esta escena con vuestras respectivas parejas de vez en cuando. Os sentiréis más reconfortados, seguro.


EL BEBEDOR de Umberto Boccioni

EL BEBEDOR de Umberto Boccioni: Clasificar las diversas etapas del corpus artístico de Umberto Boccioni es materia de tesis doctoral, a mi entender. En este cuadro de 1914, Boccioni se adentra en la composición de imágenes estáticas y sus correspondientes aspectos volumétricos, en una clara influencia de Cezanne. Se percibe algo de melancolía, incluso de resignación y pesimismo, acentuado por el predominio de los tonos amarillos, color que expresa como ningún otro las situaciones deprimentes. También se percibe algo de cubismo aunque a diferencia de éste, Boccioni intenta evitar el trazo rectilíneo. De cualquier forma, la obra es un tanto angustiosa, si bien adquiere un poderoso magnetismo. Para una mejor comprensión, la obra requiere de un especial tacto a la hora de su contemplación. A mí, particularmente, me gusta tanto que me la llevo a mi casa




















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