Consiguiendo el vidrio (continuación apartado)


... consiguiendo el vidrio

El vidrio se hace enfriando ciertos materiales fundidos de tal modo que no puedan cristalizar, sino que permanezcan en un estado amorfo. El vidrio es, técnicamente, un líquido de viscosidad tan elevada que desde el punto de vista práctico es un sólido. Las sustancias capaces de enfriar sin cristalizar son relativamente raras. La sílice o cuarzo (Si02), combinación de un átomo de silicio con dos de oxígeno, es la más común. Existen vidrios sin sílice, pero su importancia comercial es mínima.


Al entrar en una fábrica de vidrio, lo primero que se siente es un calor insoportable. Procede del clásico horno en forma de cúpula, dentro del cual están los crisoles para la fundición. El obrero pone a prueba su destreza desde que se inicia la elaboración.

Sumerge un tubo o caña de hierro en el crisol donde hierve el vidrio, toma o “pesca” una pequeña cantidad de la mezcla en fusión y la retira rápidamente. Tiene que transformar en ampolla esa bolita incandescente. El obrero la hace girar en la punta de su tubo, la hace oscilar y la sopla mientras está caliente. La bolita se agranda, se ahueca y adopta la forma que el obrero desea darle.

Finalmente se vuelve a cocer la ampolla y así queda lista para su uso. En este trabajo agotador y peligroso, el obrero no sólo ha brindado su habilidad, sino también su sentido artístico. Además, sus ojos y sus pulmones han sido puestos a dura prueba en aquella atmósfera candente.

En otra sección está bullendo la materia que dará el vidrio para las ventanas. Sacada la porción de mezcla incandescente necesaria, se la hace dar vueltas sobre una plancha de mármol. Allí adquiere forma de cilindro, cuyos extremos deben sacarse, mientras otro obrero lo corta a lo largo con un hierro candente al mismo tiempo que derrama sobre él algunas gotas de agua.


El cilindro en estas condiciones es ablandado en el horno y extendido sobre una mesa, con un rodillo de madera. La plancha de vidrio queda entonces lista para el pulido y el tallado. Para ello se utilizan las “ruedas de hierro” cubiertas de arena húmeda, que dan lustre a la lámina de vidrio.

En cada sección de la fábrica de vidrio descubrimos una nueva maravilla. Sentados frente a grandes mesas, los “obreros artífices” graban figuras y nombres en las frágiles copas. Para ello se necesita mano firme y un fino sentido artístico. La delicadeza de ciertas incisiones hace pensar en preciosos bordados con hilos de oro y plata.

Antes del grabado, el objeto de vidrio se cubre con un barniz de cera y trementina, sobre el cual se dibujan los motivos que se desea estampar. Después se lo somete a la acción del ácido fluorhídrico que corroe únicamente las partes no cubiertas por el barniz.

Y así obtenemos las copas, las botellas y toda la vasta gama de objetos decorativos que resplandecen con nuevas luces, en una perfección que parece casi fantástica.

No menos extraordinaria es la habilidad del obrero que fabrica los termómetros. Toma una porción de mezcla y la sopla hasta darle forma de pera. Otro obrero se coloca frente al primero, y pega su caña a la “pera” y retrocede, al mismo tiempo que lá estira hasta transformarla en un tubo, delgadísimo y muy largo (a veces alcanza los 40 metros).

Estos tubos tienen en su interior un canal casi imperceptible, donde se introduce el mercurio. Después se graban las distintas temperaturas. Hay fábricas que se especializan en la elaboración de material para laboratorios. Como dicho material debe tener gran resistencia a los agentes químicos y a las variaciones de la temperatura, en su fabricación emplean vidrios especiales, por ejemplo: el de Bohemia, el de Jena, el norteamericano y el Pyrex.

 La mayoría de los vidrios son silicatos. La sílice fundida da un buen vidrio, pero su alto punto de fusión (1.723° C) y su elevada viscosidad en estado líquido vuelven engorroso el trabajarla: es muy difícil, por ejemplo, extraer las burbujas de una masa líquida tan espesa. Los productos de sílice fundida son caros y se los emplea sólo cuando son esenciales sus propiedades particulares: baja dilatación térmica, buena transmisión de ciertos rayos (ultravioletas), resistencia al desgaste, notable firmeza a altas temperaturas.

Para disminuir la temperatura de fusión de la sílice se añade sosa, en su forma más barata: el carbonato de sodio o sosa común; también se usa el nitrato de sodio y, a veces, la potasa. Pero el silicato de sodio o potasio que resulta no tiene durabilidad química y hasta es soluble en agua. Este defecto se corrige añadiendo cal (en forma de carbonato de calcio o tiza). La sílice se obtiene de la arena, que es sílice casi pura.

El vidrio común es pues una composición sodio-calcio-sílice. El primero lo hace fusible, el segundo insoluble, la tercera le da las propiedades distintivas del vidrio. Cuando más sosa contiene un vidrio, tanto más “fusible” es. El vidrio de ventana es uno de los vidrios más baratos. El vidrio verde de las botellas debe su color a la presencia de trozos de hierro (las sales ferrosas son verdosas, las férricas son rojizas), siempre presentes en la arena o en el vidrio molido utilizado como materia prima.





... ingredientes de algunos tipos de vidrio:

Vidrio óptico: Arena, ácido bórico, potasa, hierro, sosa.
Vidrio óptico “crown”: Arena, potasa, bario.
Vidrio óptico “flint”: Arena, potasa, plomo.
Tipo “Pyrex” para horno: Arena, ácido bórico, sosa, alúmina.
Vidrio para vajilla: Arena, óxido de plomo, potasa.
Vidrio de ventana: Arena, sosa, cal o tiza, magnesia, alúmina.
Vidrio de botella (blanco): Arena, sosa, caliza, alúmina, bióxido de manganeso.
Vidrio de botella coloreado: Arena, sosa, caliza, alúmina, bióxido de manganeso, óxido de hierro.



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